¿Acaso los argentinos se volvieron locos por celebrar tan efusivamente la victoria sobre Grecia? No, es una cuestión de sentimientos que siempre los caracteriza. El 2 a 0 no fue brillante, pero demostró una vez más de que el equipo cada vez está más consolidado, además de que mostró algunos momentos de buen fútbol. Maradona paró un equipo muy diferente al de los dos primeros partidos, la mayoría de los que no habían arrancado antes tuvieron su oportunidad. No sólo ganaron sino que hicieron notar el gran plantel que tienen.
El primer tiempo fue de dominio argentino claro, sólo les faltó el último toque, el gol. A diferencia de los dos encuentros anteriores, los albicelestes no marcaron tempraneramente, sino que tuvieron que esperar para amoldarse bien debido a que era un conjunto nuevo el que pisó la cancha, con variantes distintas pero que tuvo buen funcionamiento. Esta vez, no tuvieron de líder a Mascherano, sino a Messi. El 10 fue el capitán más joven de la historia en Argentina con tan sólo 22 años y a dos días de cumplir los 23. Lionel no pudo anotar, pero mostró, una vez más, un gran nivel que lo hace parecerse más al blaugrana.
El marcador lo abrió Demichelis, quien aprovechó un rebote para meterla, esto hizo ganar confianza al equipo dentro de la cancha. Pese a la resistencia de Grecia y su sistema bastante defensivo, cuando lograron anotar se inclinó más la balanza hacia Argentina. Cuando entró Martín Palermo a la cancha, este héroe simbólico, muchos se emocionaron y celebraron como si fuese un gol. Esa es la razón por la cual hubo una enorme euforia cuando Palermo, a poco minutos de ingresar, aprovechó una pelota y la metió. Argentina y sus seguidores se volvieron locos, jugadores y técnicos, todo el que comprenda ese sentimiento que hay va mucho más allá. Solamente ese gol ratificó la esperanza de ganar el mundial.
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